Jesús Lantigua

RECUERDOS DEL VERANO

 

 

La canícula nos trajo sobre el arenal,

a las aguas traslúcidas,

al descubrimiento de los torsos juveniles.

Arrobados,

hablábamos con los ojos,

ansiosos por la experiencia de la caricia

y el desenfreno del beso.

Primero, resultó un toque casi imperceptible,

una fricción discreta sobre la piel foránea,

una sonrisa detenida en el cese de las palabras;

luego, una sujeción mutua,

el encuentro vehemente de las bocas,

el estío conectado a la ambrosía,

la ingravidez de las sinapsis deteniendo el ritmo

y la realidad del tiempo.

El verano se contuvo

gastando deseos y promesas,

supliendo el resto de nuestras vidas,

perdurando hasta el instante en que se agota

la tibieza absurda de otros veranos.