Navegamos los sueños que se tienen
cuando llegas a veinte primaveras,
cuando todo es ensueños y quimeras,
y las penas, pasiones las detienen.
Y vivimos la playa de ilusiones
donde todo tan bello parecía,
donde penas y llanto no existía,
solo el fuego que enciende corazones.
Nuestras almas tenían la pureza
de los lirios, abriendo sus corolas,
no pensamos jamás que habían olas
que destruyen amor y su belleza.
Esos sueños cubiertos de delirio,
nos hacían pensar el mundo nuestro,
no pensamos que estaba lo siniestro
que nos llega a causar un gran martirio.
La ilusión del amor tan abnegado
nos llenaba la vida sin malicia,
disfrutando tan solo la caricia
que me daba tu cuerpo apasionado.
Qué lejanos estábamos del bóreas
que nos siembra de espinas el camino,
y los cantos que fueron bello trino
los convierte en las trovas incorpóreas.
Hoy perduran en mi alma los instantes
de las horas tan llenas de alegría,
escuchando la regia melodía
de tu voz, con sus tonos cautivantes.
Hoy que viajo tan rápido al ocaso
yo quisiera volver al gran pasado,
cuando lleno de amor y apasionado
no esperaba la pena ni el fracaso.
Mas comprendo que no tendré regreso
a momentos de sueños ya perdidos,
solo quedan del alma bien prendidos
como ramas prendidas al cerezo.
Aunque ahora me encuentro solitario
bello cielo viví de adelantado,
tanto amé, que me siento bien pagado
con los besos que fueron mi incensario.
Si la muerte viniera a visitarme
sin temor mis dinteles abriría,
sin pensarlo su frente besaría
y diría: tu puedes ya llevarme!
Autor: Aníbal Rodríguez.