FIDEL HERNANDEZ

MAESTRO

“ut veniant ad me pueri, permittite semper…”

(Marcos 10, 15)

 

Detrás de mí, como una sombra,

los duendecillos pegados a un libro

me los vas mostrando con tu índice

mientras yo, niño, silabeando los descifro.

 

Escuchas tú la cantinela de los números,

oída cien mil veces mil la melodía,

mas siempre distinta en diferentes voces.

¡Tú, maestro, con la voz enroquecida!

 

Eres escultor de frágiles almas

que tímidamente se acercan a tu lado,

como ángel de la guarda protector

feliz las recibes año tras año.

 

Anteojos en la cara, pelo ya cano,

arrugas en la frente, sonrisa en tu mirada,

¡no te derrumbes!¡vuelve otra vez mañana!

¡convierte mis sílabas en férreas palabras!