Alexander J. Montero

El cayuco

Solo me queda el recuerdo del tacto, el sentir mi mano navegar por la palma de tu mano,
Como cayuco de piedra, navegando lento y pesado por cada una de las líneas de tu palma,
Dictando a los cartógrafos del alma cada trazo, cada yema, cada pliegue suave y a los escribas en el recuerdo la sensación de nuestras manos tocándose.

Quisiera apartar con las manos la espesura del viento y la inercia del tiempo que me tienen atado, atado al impedimento de no poder hacer que las cosas no se queden así, impedimento que me amordaza el grito, que con su dedo me cubre el sol y este maldito deseo que lo quema todo, como si a todo lo cubriera una capa de alcohol, las puertas, el piso, las llaves, las velas, las mesas, y alguien encendiera la flama al pronunciar tu nombre, una flama como detenida en el tiempo, lenta, pesada, espesa, una flama como de piedra.