Grecia Palada

Y de repente...

Y de repente amas a alguien, y te preguntas como has llegado hasta ahí.

Tal vez sus ojos no sean del color del mar, pero son lo suficientemente grandes para que te pierdas en su inmensidad.

No hay olas, no hay aguas turbias, tan solo esa calma que sientes al estar sobre su pecho y relajar tu alma al son de su corazón. 

Y no hay hundimiento alguno, porque sus brazos te sostienen y te sientes inmortal por un momento. Ves horizonte, y no hay final. Buscas esos labios que te hacen perder la cordura.

Yo, estoy ahí. Entre la luz y la oscuridad que constantemente habitas. Estoy entre tus manos, te estoy amando.