Enrique del Nilo

PRÓFUGO DE MI MISMO

Arde el horizonte, con la tenue caricia de una nube

que se mece juguetona entre montes y veredas;

desde lo más alto de la montaña

se descachimba el aullido de la muerte

que se precipita por la cañada

para venir a jugar a la ronda

en la puertas del anochecer

 

El frio de la culpa azota cruelmente

la indiferencia que enmugrece mi rostro;

y el remordimiento amenaza ser mortaja,

alzo la extensión de mis excusas

y las clavo en el marco de la puerta

donde burla cada certero golpe

que el karma viene a acertar

 

Apuro la infusión

que con sangre obrera

me ha preparado el patrón;

mientras me masturbo

con poemas y cuentos de amor

que me abren dimensiones de color

que la pluma no conoce,

pero son fruto amargo

de  la imaginación

 

¡Pero sobre todo!

huyo de las voces amargas

que claman por las utopías

paz, justicia y libertad,

¡alejen de mi la igualdad!

no puedo arriesgar mi traje a ensuciar

¡callen los gritos ahogados!

que provienen del albañal

 

Traigan Champagne,

suban los volúmenes,

¡vamos a danzar!

 

y ustedes voces, que derrapan

por las murallas de mi Jericó,

recuerden que la paciencia

es virtud que se les enseñara…

¡su tiempo se va a llegar!