Raúl Daniel

“Bah... ¡Poetas!”

“Bah... ¡Poetas!”

 

¿A dónde vamos a ir con nuestra historia,

si ni nos creyeron los hombres de ciencia?

(cuando decíamos que corríamos peligro,

hablábamos de toda la tierra).

 

El primero fue Abel, que con su ejemplo

nos mostró el camino correcto,

la lista es larga, pero todos ellos

hicieron caso a La Voz Interna.

 

Bien sabemos todos los poetas,

que Dios no usa, para hablar, una trompeta,

Él es un silbo suave y apacible

que en lo profundo del alma nos inquieta.

 

La ambición, los imperios y las guerras,

la explosión demográfica, las pestes,

los bancos, los imperios comerciales,

los bosques que se quitan por la siembra...

 

El agujero en la capa de ozono,

que el consumismo febril acrecienta,

cientos de miles de especies extinguidas,

el cuadro de la depredación completan.

 

Lentamente va muriendo la tierra,

y el hombre está pensando en más planetas,

¿conquistarlos, para depredarlos luego...

o para mudarse cuando éste muera...?

 

Levantamos nuestras voces, los profetas,

y les decimos la parábola encubierta,

pero no entienden y se burlan aturdidos,

diciendo el uno al otro: -“Bah... ¡Poetas!”

 

Aún en los países más ricos

va en la calle rodando la miseria,

son ejércitos de ancianos y de niños,

por el pan llamando puerta a puerta.

 

La insensibilidad total que se alimenta

de vicios y pasiones, acrecienta

una sociedad de egoístas y malvados,

que ya no piensan, sólo sacan cuentas.

 

Los gobiernos administran avaricia,

el poder es de todos, la gran meta,

y, en su desidia, duermen complacidos,

pues tienen cauterizadas sus conciencias.

 

Ya es muy tarde... se cierra el círculo,

¡todo el mundo es una gran feria!

las fronteras sólo marcan los distritos

del feudal reparto de riquezas.

 

El terror y la lujuria están de fiesta,

la espiritualidad y el honor nadie recuerda,

aún por poder y por dinero son los cismas

en que se parten y dividen las iglesias.

 

Nuestra humilde voz, una vez más alerta,

desde unas páginas (tal vez amarillentas),

pero los hombres, cegados y ebrios ríen,

mientras dicen por nosotros: -“Bah... ¡Poetas!”