Raiza N. Jiménez E.

REMINISCENCIAS.-

Porqué habría de acusarme o culparme quizás por amarte.

El amor que siento es oleada divina que llegó con sacralidad

a mi vida, sin haberlo esperado y ni siquiera llamado en verdad.

Será que así se aparece la pasión exaltada y con alas abiertas.

 

Mi alma no ha visto la primavera en el ocaso otoñal, con congoja.

Es alegría lo que siento cuando pienso que puedo y sé amar.

Me consuela mi tímida conciencia que se asoma para decir: amo.

Dejo al tiempo los abrojos y hojas secas, ya que todo renacerá.

 

Miro al llanto cuando despejo mis miradas para verlo llegar…

Tengo fe en la vida y conozco el vaivén del tiempo como nadie.

Nada permanece estático ni aun las estatuas, todo se trasmuta.

Mañana o más tarde seré la misma, pero otra muy distinta.

 

Las horas de placidez y quietud existen, aun para los que viven

los suplicios de un tormento, como eternidades molestas…

Olvidamos algunos que, mutamos con el tiempo, con las horas.

La frescura del momento se hace rancio por cansancio o hastío.

 

Las rutas son olvidadas cuando nos creemos eternos vivientes.
Pero cuando hemos de elegir la vía que se ha de andar, evocamos.

Nada nos podría engañar, sin embargo, vivimos en el engaño.

Las palabras y edictos se la juegan con mandatos incumplidos.

 

Los amantes crean sus propios caminos y se echan a andar.

Con alas extendidas asumen el reto de florecer en el amor.

Y, sí se pierde el impulso vigoroso que alimentan las fibras de

la ilusión atrevida que nos inspira otro, nacerá el desamor.

 

Convencidos deberíamos estar de qué, al no soñar lo amado,

querido y deseado, estaríamos inmersos en la desafección fatal.

Por ello, lo que se muere en el tiempo, quedará en el recuerdo.

Virtuosos, serán aquellos seres, que han aprendido en el amar.

 

!Recordar es revivir lo ya vivido, es renacer lo ya nacido

 

Raiza N. Jiménez/ 7-6-2016