Eugenio Sánchez

COSECHA DE PAPAS

La cosecha de papas es la faena

que  con ansias espera el labrador

es su anhelo, deseo y su ilusión

es recompensa justa a su tarea.

 

 Con la alforja rayada y su lampilla

se dirige  a la chacra que es  su mundo,

sortea pircas en su camino abrupto

con sus hojotas que son sus fieles guías.

 

Atravesando zanjas, vericuetos,

trepa la cuesta raudo y decidido,

va caminando con el pecho erguido,

con su ponchito al hombro y su sombrero.

 

Una calandria vuela apurada,

 una fragancia inunda al paraje,

y la neblina blanca baja al valle,

como copos de lana agigantada.

 

Arriba en lo alto  de la loma,

está la chacra de papas ya madura,

ya dio paso a la saca la madre luna,

ya se siente en el campo el aroma.

 

Los mingueros de cada lampillazo

desgarran para sacar del vientre

de la madre tierra que celosa tiene

escondidos los frutos en su regazo.

 

Aunque el rescoldo en las espaldas  arde,

 en el surco humedecido  quedan

multicolores frutos de la fresca tierra

que saludan al sol su dios, su padre.

 

Las arañas y grillos despavoridos,

corren rebuscando nuevo suelo,

 y la arisca perdiz  levanta el vuelo

dejando a los polluelos en su nido

 

Las muchachas recogen con esmero,

en  las alforjas y cargan a la parva,

donde el montón de papas se levanta

cual pirámide o cual pequeño cerro.

 

 

 Los pollinos   están bastante inquietos,

atados de un estaca en  un recodo,

esperando  cargar sobre su lomo

esos costales de lana bien repletos.

 

 

Abajo en una esquina las cocineras,

aderezando van el chiclayo verde

 en las ollas de barro  las papas hierven

que  se holocaustan al fuego de la leña.

 

El sol ya se escondió en la cordillera

los mingueros recogen ya sus cuiras,

es el pago a su labor del día

y ya  cargan sus alforjas llenas

 

Sólo  queda el perrito  fiel que escarba,

cual celoso guardián y leal amigo,

tiene que soportar  el penetrante frio

aullando su dolor junto al aparva.