EDUARDO FAUCHEUX

MI SANTUARIO

 MI SANTUARIO

 

En cada uno de nuestros días, el Tiempo, ese tirano miserable,

nos acota nuestros placeres, nuestros planes y nuestras prioridades;

pero hay lugares en los que disfrutamos de paraísos y de tratos amables,

son nuestros santuarios, nuestros templos y espacios, de infinitas eternidades.

***

Quizás, cuando uno está solo, con sus pensamientos, recuerdos y alabanzas,

en su santuario, recibiendo o, sencillamente, dejando pasar tiempos lerdos,

algunos -quizás, en sus propias soledades- comparten iguales esperanzas,

deseando que en sus deseos y pedidos estén presentes sus recuerdos,

que nacieran expectativas para todo ese millón de universos

y que creen estar solos, esperando nuevas compañías,

cada uno de ellos en sus santuarios más diversos,

esperando a alguien que pueda cambiar su día

a día, tornar sus tristezas en alegrías,

recorriendo la vida con una sonrisa,

andar en ella con pausas, pero sin prisas.

***

Mientras, aquí, por grande o pequeño que fuera,

somos felices, junto a nuestros amigos, o, simplemente,

junto a nuestras amadas soledades, en cómodas maneras,

esperando estar en paz con nuestras almas, así, sencillamente.

***

Como si fuera un viejo, pero bien cuidado y lustroso, arcón,

lleno de preciosos recuerdos que, valiosos, se atesoran

en especiales momentos de gran placer y fascinación,

elegimos y guardamos los mejores, los que se valoran.

***

En mi templo sagrado siento que mi Dios me ha perdonado

los mil y un pecados y tropelías que en mi vida hubiera yo cometido;

solo lo sé porque lo he sentido, cada vez que sentí que Él me ha abrazado

en metafísicos estados en los que me mantuve flotando y, a veces, sumergido,

en las profundidades absortas en donde, Él, ha escuchado mis súplicas y oraciones,

profesando, así, mi propia religión en esta \"catedral\" que, trabajosamente, he construído

y donde pretendo compartir con los amigos que yo quiero, estas impactantes sensaciones

-no con mucha suerte, lo reconozco-, pero sí con algunos pocos que, sí, me han comprendido.

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Por eso, todas las veces que inhalo el valioso aire que, imperiosamente, necesito para vivir,

considero que es la respuesta a las plegarias en mi Santuario, al rezo en mis respiraciones

de una vida -envuelta para regalo- que se me ofrece, y a la bendición de aprender a sentir

cómo nos obsequian variadas energías y de entender tanto en mis mentales inmersiones.

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 Bajo el cálido refugio de una antigua lámpara, que con amarillenta luz alumbre

la fiel soledad que nos acompaña en este Santuario, elevamos nuestras oraciones

más sinceras en voz alta o en largos silencios, según sean los motivos y las costumbres

en cómo oramos, en cómo pedimos o según cómo sean nuestras más íntimas intenciones.

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Ahí, manejamos nuestros tiempos, detenemos segundos, y no tienen sentido nuestros minutos;

se nos pasan las horas, los días son eternos y, año a año, lentamente, rejuvenecemos las pasiones;

y cuando tomamos conciencia, festejamos alegrías, elevamos nuestros rezos y cumplimos lutos

de las pérdidas que sufrimos, olvidamos viejos amores, perdonamos y pedimos mil perdones.

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Es donde callamos a vivas voces y gritamos al mundo, en silencio, nuestras alucinaciones;

donde evocamos cantos de sirenas, jugamos con energías y buscamos dioses en potencia,

imaginando idílicas situaciones, despertando de largas siestas en recónditos rincones,

buscando cósmicas respuestas, profundas sabidurías ¡y fantásticas trascendencias!

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Y en mi Santuario, navego lejanos mares y buceo en los océanos más profundos;

abrazo miles de delfines que no mueren y en soleadas playas se desenvuelve mi vida;

en donde solo existen cristalinas aguas con seres de almas limpias ¡y no hay nada inmundo!

donde, para mí, todo transcurre como si fuera un infinito milenio de una eterna paz indefinida.

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Eduardo Faucheux

18-08-2016