Samuel Santana

La verdad

Señor,

¿dónde ha quedado la fe que dejaste en este mundo?

Necesito saber dónde está tu luz,

tu pan, tu agua y tu camino.

Las tinieblas todo lo cubren pero no quiero perecer,

 extraviarme o terminar en el abismo.

El demonio y el hombre azotan con furia,

saña y anhelos de destrucción.

Mi barca es frágil, la tormenta crece,

las olas suben y estoy exhausto y agotado.

Señor,

¿dónde están tus manos,

tu mirada, tus palabras, tu aliento y

 tu rostro de luz pacífica?

Doy pasos torpes.

Necesito conocer el sendero de tu voz.

En mi desdichada angustia entré a un santuario

pero salieron a mi encuentro aquellos mercaderes

que sacaste con el látigo de fuego.

Volvieron y se adueñaron de tus atrios, de tus palabras,

del sacrificio, de la tu obra y de todo cuanto dejaste.

A la entrada pusieron mesas y

dejaban pasar solo por el trueque ambicioso.

Junto al viento húmedo ando herido, triste, desfallecido.

Necesito encontrarte.

El sacerdote, el pastor y el guía pasaron de largo y

me dejaron en la orilla del peligroso camino.

Manda que el despreciado e inmundo

samaritano haga tu obra y se apiade de mí.

Soy el leproso que necesita tus manos

en la llaga y en la oquedad.

Mi alma está muerta y desea tu voz de trueno.

Sácame de la tumba y de la muerte atroz.

Estoy ciego.

Señor, ¿dónde están mis hermanos?

Todo cuanto siento es indiferencia entre almacenes,

apatía en las miradas miserables, odio en el fuego y

rechazo entre quienes buscan el tesoro.

Soy una casa sin puertas, sin ventanas,

sin flores y sin lámparas.

En lo profundo del alma está el silencio,

el vacío, la pena, la angustia y las lágrimas de madres

sin hijos y de hijos sin madres.

En la oscuridad, saturada por el vuelo torpe de 

pájaros nocturnos, quiero encontrarte

para dormir en el regazo de tu mirada.

Sentado sobre el fundamento de las flores

voy a lavar tus pies, enjugarlos con manos de guirnaldas

doradas y ungir tus cabellos con el humo de mis sueños.

Entra a mi vida y déjame tocar la cruz ensangrentada y

la lanza mortal.

Dentro de este hoyo brumoso,

dame el sonido que me

libere y me lleve hasta el Orión,

a la Osa y a las Pléyades de tu ley.

Señor,

solo busco con ansias tu verdad.