Naujtro

Revelación en estado líquido

 

Durante esa tarde se escurrieron emociones,

el cielo lloraba verdades, verdades crueles.

El hombre que volvía del trabajo,

se sintió afortunado de cargar su paraguas,

se sintió protegido de ese jugo venenoso,

se sintió aislado de todo problema evitable,

se sintió preparado para lo que caía.

Lo que caía como flechas durante la antigua guerra,

proyectiles cargados con el mayor miedo,

cargados con la exacta y absoluta cantidad del néctar.

Rebotaban en ese paraguas irregularmente,

así caía, triste triste, con su insignificante masa,

incrustándose en el suelo como enormes meteoritos.

 

Paso a paso el hombre mataba el pensamiento,

con su único amigo real, el gris de su traje,

ese corporativo traje que ofrecía éxito a la vista,

que llenaba al hombre cubriendo su inseguridad,

que lo engañaba con su estúpido artificio.

 

El cielo lloraba verdades, repetidas, ya lloradas antes,

el hombre – inteligente e ignorante – se ocultaba

de esa verdad asquerosa, ignoraba la maravilla,

el acontecimiento asombrosamente revelador.

 

Se ocultaba como todos bajo su coraza,

su fiel paraguas en esos días de verdad llorada,

escurrida de los inmensos cielos. En forma de lluvia helada.