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¡MIMOS!

¡MIMOS!

 

Larga ha sido esta andadura, desde cuando fui alumbrado,

son prolíficos los años, que a mi haber sumados tengo;

antes de llegar aquí, sé que estuve en otro lado:

¡Es por eso que tú tiempo, me parece que sois luengo!

 

A veces pienso que fuera, mejor, quedarme pequeño,

del tamaño de un gorrión, volando de rama en rama;

yo sé que el Dios justo y bueno, me ha fijado un grande sueño:

¡Y comencé a realizarlo, desde el vientre de mi mama!

 

Sin duda he sido precoz, desde mi temprana infancia,

y mi fortuna era apenas, un puñado de canicas;

pero traía la honradez, como mi mayor ganancia:

¡Porque con tu maldad mundo, juro que no me salpicas!

 

Para qué pedir milagros, si de por sí ya lo somos,

basta palpar nuestra piel, y sin duda acariciarlo;

la riqueza está adherida, bien ceñida a nuestros lomos:

por si acaso tú lo dudas, está Dios para probarlo.

 

Una canción en mi pecho, tarareo por mi amada,

apenas nos conocemos y con fuerza nos sentimos;

buscando vengo su fuego, desde que fue la alborada:

¡En nuestro actuar imitamos, a los inocentes mimos!

 

Se me abrieron los sentidos, construyendo este poema,

y vi danzar a las sílabas, sobre la virgen blancura;

creo que por gratitud, me dio un abrazo el fonema:

¡Y por el oficio mismo, le dio el bardo su estatura!

 

JAIME IGNACIO JARAMILLO CORRALES

Condorandino