EDUARDO FAUCHEUX

¡Y YO, QUE ORGULLOSAMENTE ME CREÍA HUMILDE...!

¡Y YO, QUE ORGULLOSAMENTE ME CREÍA HUMILDE...!

 

La Humildad es un galardón

que se lleva escondido en un abrigo

que se guarda en un bolsillo, cerca del corazón;

que se demuestra sin alardes, y en silencio, va contigo.

*

Está al reverso del galardón del Ego,

el cual, junto a la Soberbia, siempre posan,

siendo ambos los únicos y los primeros y, luego,

adulan a las almas de sus dueños, quienes los gozan.

*

A veces, mi Humildad, de mi bolsillo se me escapa

e intenta mostrarse a mi alrededor, flotando,

haciendo alarde, como quien un premio atrapa;

como quien, al final, al Ego anda buscando.

*

Ambos, son distintos reflejos

de una misma y personal medalla,

pero, ambos, son adversarios viejos

que por siglos combaten la misma batalla.

*

Quien hace alarde de que una sincera Humildad posee

se disfraza de cordero con vestido de Ego, apenas lo dice;

pero con plumaje de  pavo real un fiel reflejo provee

e imagen de cordero con ego, refleja y contradice.

*

Y yo, que orgullosamente me creía humilde,

escribo en mi honor y me doy cuenta con este poema,

que estoy poniendo sobre mi Ego este acento, esta tilde,

y al que, todavía, llevo conmigo, luciéndolo como si fuera una gema.

*

En un alma sincera -como el fondo del mar cuya virtud es ser

frío abismo, profundo, silencioso, oscuro, sereno, insondable-

esta notable Falta de Humildad, supongo, no debería aparecer,

como aparece el Ego en quien solo existe intentando ser memorable.  

*

 

 

Eduardo Faucheux

26-05-2016