Naujtro

El nuevo mundo

 

Las estrellas rosadas no caían esta vez,
lo que acontecía no tenía precedente,
quizá era obra divina pasada con estrés.


De oriente a occidente,
la marea se elevaba amenazante
dejando muerte a su paso
matando todo ser viviente.


La inconexa melodía nos envolvía,
nos encontraba y devoraba.
no había escape de esta agonía,
que comenzaba y no cesaba.


Nos tragó el aliento de los gigantes,
azul y sublime como el vasto cielo,
quedamos encerrados, errantes
en esa nebulosa de recelo.


El final se acercaba, podíamos sentirlo.
Muy adentro de nosotros
se encontraba el conocimiento,
los cuentos y los cantos sordos.


El hombre de armadura resplandeciente
nos apuntó con su arma que grita,
Todos sucumbimos en ese instante,
pues se nos borró sin dejar pista.