Dario Villarroel Blanco

Antaño

Pero supongamos que no vuelves,

que las heridas, abiertas, no se dejan cicatrizar,

que la nieve, dulce en su día, tornase amarga,

y que sus gotas pesan, penetran y se clavan.

 

Y al anhelo de la vida única, inefable

le prosigue al segundo un acérrimo dolor.

Un error de años, y años de esperanza

para dejar un hierro de lanza fermentado a mi corazón.

 

Alejaste tu cuerpo y tu pensamiento

mientras tu recuerdo me cubría, tu aliento.

Cómo poder olvidar aquello que nació conmigo.

Amor te llamaban y nombre de mujer te di.

 

Celosos, enfermos miraban los dioses mi constancia,

mi inmunda devoción por el dolor, mi arrogancia.

Paupérrimo y anclado en mis migajas

cuando miro con ojos mundanos esta sublime manta.

 

Se eleva el velo sobre el suelo y acerca

sus transparentes verdes labios a mis oídos.

 Entonces suplico sus servicios,

y ella rodea mi cuello y me quiebra la garganta.