José Gervacio Suárez García

QUINCE SONETOS A MI AMOR IMPOSIBLE

QUINCE SONETOS

A MI

AMOR IMPOSIBLE

(José Gervacio Suárez García-venezolano)

 

I

Yo quisiera en un instante,

resumir un sueño mío.

Es un intenso amorío,

es un amor ya distante …

 

Contemplo una luz brillante,

que me impone el desafío,

de escaparme del hastío;

y apresar mi alma errante,

 

en un verso que defina,

este hermoso sentimiento,

que se aleja y se aproxima,

 

al vaivén de un suave viento,

que en su suavidad me intima,

a escaparme de un tormento.

 

II

Cuál fue el comienzo de todo …?

Es difícil definirlo,

en un momento sentirlo,

sin saber ni de qué modo.

 

En un pequeño recodo,

de la vida, al permitirlo,

lo demás sólo seguirlo;

Y crecer cual un acodo,

 

y poco a poco creciendo,

se expandió como una red

se fue extendiendo, extendiendo,

 

como hiedra en la pared,

como fuego que iba ardiendo;

Y como una inmensa sed.

 

III

Un jardín, qué bella vista…!,

me detiene en el camino,

dibujando mi destino,

que me sume y me conquista.

 

En la distancia se avista,

una flor cual suave lino,

que así penetra en mi sino;

y mi corazón conquista.

 

Una bella flor silvestre,

que me atrae dulcemente;

y que por mis ojos vierte,

 

la dulzura, que inclemente,

desde entonces en mi suerte,

vivirá eternamente.

 

IV

Extasiado la contemplo,

no me canso de admirarla.

Es hermoso contemplarla,

olvidándose del tiempo.

 

Muy henchido de contento,

me provoca ir a cortarla;

y en un altar colocarla;

y admirarla hasta lo eterno.

 

Y al estar tan extasiado,

con sublime pensamiento,

me quedé paralizado.

 

Perdí la noción y el viento,

me descubrió embelesado,

en el mar del sentimiento.

 

V

Desde entonces, diariamente,

visitaba aquel jardín.

Pasaba instantes sin fin,

sin hablar, calladamente.

 

Se fue formando en mi mente,

un hermoso serafín,

que junto a un querubín,

hacían un coro excelente,

 

para cantar con calor,

el momento milagroso,

que en la vida hace el amor,

 

inocente, primoroso,

que creciendo en el ardor,

nos envuelve con gran gozo.

 

VI

Hice un gran descubrimiento:

Que mi flor no está solita;

pues un par de florecitas,

junto a ella, mece el viento.

 

Las dos flores son sustento,

de la flor dulce y bendita,

que es tan bella, tan bonita;

y las cubre con su aliento.

 

Linda flor con su ternura,

que conmueve a quien la observa;

y empalaga en su dulzura,

 

a sus flores y a la yerba,

que a rodearlas se apresura,

se conmueve y se enerva.

 

VII

Ya la flor me ha descubierto,

me ha captado de curioso;

y desde el jardín hermoso,

observa mi desconcierto.

 

Con mis ojos yo le advierto,

que me siento muy dichoso;

y ella descubre lo ansioso,

de mi corazón sediento.

 

Y sus pétalos se mecen,

en un suave coqueteo.

Sus colores me estremecen,

 

estimulan mi deseo;

y en mis ojos aparecen,

el calor y el devaneo.

 

VIII

Y así surge ese romance,

que nos dio vida latente.

Un amor tan evidente,

que se fue de nuestro alcance.

 

Nos sumimos en un trance,

en un sueño permanente,

el espíritu, la mente;

y corazón sin que descanse.

 

Nuestro amor era platónico,

nos amamos desde lejos.

Un amor así, bucólico,

 

suspirando en lo reflejos,

con el corazón atónito,

extasiados y perplejos.

 

IX

Pero surge de repente,

una profunda inquietud;

pero de tal magnitud,

que no me cabe en la mente.

 

Déjame que te lo cuente,

con proverbial acritud;

porque atenta a mi salud;

y mi espíritu resiente.

 

Se presenta un caballero,

que es el dueño del jardín.

Es muy serio, muy austero,

 

y semeja un polvorín.

Qué nefasto jardinero!

Con ese extraño mohín!

 

X

Desde entonces anda errante,

este inquieto corazón.

No le curo la aflicción,

ni le encuentro algún calmante.

 

Este apasionado amante,

pulsación tras pulsación,

vive la desilusión,

en un sueño delirante;

 

y al jardín va con empeño,

a mirar su linda flor.

Florecillas y su dueño,

 

alimentan su dolor;

pero sigue en el empeño,

de entregarse por amor.

 

XI

Miren que hermosa señora,

de aquel jardín ha brotado.

Me quedé muy asombrado,

con su risa seductora.

 

Quise pasar a su lado,

descubrir su identidad,

calmar la curiosidad,

algo tenso y abrumado.

 

Su sonrisa era radiante;

y su mirada picaresca.

Cautivaba su semblante!

 

Su presencia es agua fresca.

Que ante el sol bello y radiante,

lo triste se desvanezca!

 

XII

Descubrí con gran sorpresa,

que la dama contemplada,

era aquella flor amada,

que un hada muy traviesa,

 

viendo que mi alma está presa,

de esa flor tan codiciada,

en la fría madrugada,

en esa mañana fresca,

 

por un bello sortilegio,

la convirtió en linda dama!

Un hermoso privilegio!

 

Y mi espíritu proclama,

en la luz de un florilegio,

que gracias al cielo clama.

 

XIII

Tiene una voz melodiosa,

con una viva expresión.

Pongo toda mi atención,

en su presencia armoniosa.

 

Su sonrisa es contagiosa,

estimula mi emoción.

Me palpita el corazón,

al mirarla tan hermosa!

 

Muy bella mi flor silvestre,

en humana transformada.

Brilla como el sol naciente,

 

como una fresca cascada,

Que viene desde el oriente,

Muy alegre, entusiasmada!

 

XIV

Yo la contemplo extasiado,

al cruzarse en mi camino.

Casi que no me domino,

con esfuerzo lo he logrado.

 

Corazón acelerado,

A controlarlo no atino.

Por lo menos lo imagino,

dulcemente enamorado.

 

Y aquí empieza la tragedia,

de ese sueño prohibido.

Es una triste comedia;

 

y la culpa es de Cupido,

que con sus flechas asedia,

al corazón confundido.

 

XV

Me despierto de repente,

con mi sueño interrumpido.

Siento el corazón herido,

mi espíritu se resiente.

 

Se reúnen en mi mente,

los sentimientos fundidos,

los recuerdos, lo olvidos,

me hacen sentir diferente.

 

Debo seguir mi camino,

buscar un nuevo sendero.

Comprender que mi destino,

 

de amor imperecedero,

es el mandato divino,

en el que viviendo muero…!