Andrea Leon Hdez

Sobre mi fe.

Mamá siempre ha dicho,

la fe del ser humano es inevitable,

es vital y esencial para su vida. 

 

Jamás fui una mujer de religiones,

más sin embargo creí,

en el padre que después se fue,

en la madre que prometío y falló,

en los hermanos que jamás se ocuparon,

en mí,

en todos los rotundos \"no\" que convertí en \"sí\".

 

Creí en ella,

habría encontrado a mi diosa,

sin duda alguna,

la mejor fe de todas.

 

No era como la fe de Dios,

era una fe distinta,

pero sin duda alguna,

era fe.

 

Las horas cambiaron en el reloj,

los días pasaron en los calendarios,

sus promesas se fueron rompiendo hasta que no quedó nada.

 

Sí,

le tenía fe,

y no como la que se le tiene a Dios,

él te falla y sí no le reprochas,

le agradeces por la lección divina.

 

Le perdí la fe,

qué podía yo reprochar,

que podía yo implorar,

qué podía yo rezar;

cómo hubiese querido haberle dejado de amar.

 

Le perdí la fe

y encontré un mundo distinto,

aquel que mamá decía que te mantenía muerto en vida;

le perdí la fe,

no solo a ella,

me perdí la fe

y sí no creo en tí,

y sí no creo en mí,

me considero atea,

un alma en el purgatorio

en busca de la divina salvación.

 

Te perdí la fe,

siendo la diosa menos conocida,

siendo el ser más venerado, 

las almas en decadencia suelen servir de esclavos;

te perdí la fe

y busco en que creer,

en lo que lo encuentro

probablemente merodiaré en la iglesia

contando los ateos que siguen implorando

por su cabeza.