Jeovany Mikke

ESTHER

Esther

 Jeovany Mikke

 

Ayer, Rémi mi novio me golpeo. La agresividad con que su mano empelló mi rostro enmudeció  toda la estancia. Caí encima de un jarro de vidrio que me había regalado mi madre. No hubo caso, pues también se desbarató por el piso junto conmigo. Salió corriendo y no ha vuelto, y no sé si volverá. A veces me pongo a pensar, en que momento de nuestra vida el agua dulce que de nuestros cuerpos bebíamos se volvió sangre purulenta. En qué momento de nuestras vidas nuestras  pieles ya no reaccionaban a las caricias de los labios. En que oculto momento miraba hacia el lado mientras me hacia el amor. Una gotita de sinceridad, una humilde caricia, una palabra con sabor a consideración, son cosas que a veces las mujeres notamos desprovisto en nuestro corazón cuando aquella persona que se ama carece de carisma emocional. Al principio todo es maravilloso, claro hasta que logran tener y exprimir todo.

En ocasiones no sé si pensar en que esto nos hace más fuerte o nos pone en duda con la vida al lado de un hombre. Ya no estamos en la época de querer alguien por algún interés en particular, a veces solo son basta con un beso a la luz de las estrellas, una palabra sincera en la mesa junto a la cena, o una demostración de afecto mirando a los ojos.

Después de lo ocurrido comencé a mirar cosas que antes no miraba y me encontré con una dulzura y un sabor a piel muy distinta, un aroma suave, y un complacimiento que se puede ver en sueños y en novelas. Empoderada de mi sexualidad los labios de una mujer me colocaron en una situación donde mi rostro erubescente, demostraba la virginidad de una culpa diseñada por el sistema. Jamás cerrarse a la posibilidad de encontrarnos con nuestra belleza, a la sombra de un trancado de cerebro. No me cierro a la posibilidad de cambiar mi destino, cuando este solo me hace cargar con culpa y vergüenza. Sin peso, sin valor.

 

(...)                             

      CONSIDERACIONES FINALES

 Tomar el papel de una mujer, desequilibra de miles de  formas la manera en que yo veo el mundo, pero también me hace darme cuenta lo similares que somos si hablamos con la verdad. Sin mascaras.