Max Hernandez

Un ángel..... (TEMA SEMANAL CUARTEL)

A veces la vida cotidiana te trae sorpresas, que quedan impregnadas en tu mente con una enseñanza de vida que nunca olvidarás.

Un día cualquiera, atendiendo en el consultorio.
- Siguiente!
- Buenos días, doctor.
- Buen día, señora.

Mi respuesta es habitual y casi automática, levanto la mirada y una extraña expresión me sorprende con un:
- Hola!
Es una expresión de inocencia y alegría juntas que solo los que tienen el síndrome de Down pueden expresar.

Estrecho la mano tendida frente a mí, otra vez casi en forma automática, pero con una leve sensación de incomodidad. La ternura y frescura de la persona que me entrega su mano para estrecharla y me saluda de esa manera tan desenfadada me pone algo nervioso.

Estoy acostumbrado a lidiar con muchos tipos de personas, y podría decir, que puedo enfrentar a cualquier situación con cierta tranquilidad y puedo salir airoso casi de cualquier situación. Solamente estos casos me hacen alterar la rutina y con mucha frecuencia termino aprendiendo enseñanzas que solo la vida te puede dar.

Ante mi mirada aun sorprendida, se mostraba una imagen poco común para nuestro medio. Eran en total tres personas. La mayor, una mujer adulta de mas de cuarenta años, piel trigueña, rasgos muy peruanos, dos niñas de entre 10 y 12 años, muy parecidas a la que sería la madre, pero la tercera persona no encajaba. Era una mujer mayor de 30 años de edad, piel blanca, pelo rubio, ojos azules o verdes, con los típicos rasgos del síndrome de Down. No dejaba de sonreír.

Para mis adentros pensé: travesura de la juventud de la señora, seguro con un extranjero, pero... no había ningún tipo de parecido entre ellos. Entonces aún maliciosamente pensé: hija del esposo, vaya, eso debe ser.
Pero aún así algo no encajaba.

- Que molestias tiene? Cual es el motivo de su consulta?
- Le pican mucho los ojos, y tiene legañas! Se adelantó una de las niñas.
- Si, y los remedios que le hemos puesto, no le han ayudado. Dijo la segunda.
- Un momento, niñas, al doctor hay que contarle todo. Doctorcito, lo que pasa es que a nuestra B... le están fastidiando mucho los ojos, y le aplicamos un poco de manzanilla y tecito, pero aún así no le pasa. Dijo finalmente la madre.

En todo este tiempo la \"paciente\" no había hecho mas que sonreír y emitir algunas palabras sueltas, sin coherencia alguna. Si, además del Síndrome de Down tenía retardo mental. Aún así algo no cuadraba. Tenía la ropa limpia, estaba bien arregladita, peinada, limpia, pero se notaba algo extraño en su piel y sus manos, algo no encajaba en definitiva.

- Bien, respondí yo, desde cuando tiene las molestias?
- Eh, desde mucho tiempo doctorcito. Típica respuesta evasiva para no decir \"no se\".
- Ok, entonces, alguna vez tuvo un cuadro similar? Tiene alguna enfermedad además de esta, como diabetes, hipertensión arterial, asma, alergias medicamentosas? Alguna cirugía previa?

Son las preguntas de rutina que siempre hago para poder hacer las indicaciones del tratamiento mas precisas.

Silencio total. Las niñas estaban mudas, como sorprendidas por preguntas extrañas; y la madre, con algo de temor y nerviosismo, se acerca hacia mí, y en voz bajita, como para que nadie mas escuche, me dice:
- La verdad doctorcito, no sabemos nada de eso. Es que, recién hace unos días la hemos recogido de la calle, pues la encontramos mientras unas personas la maltrataban, sucia y con andrajos. Recién la llevamos a la casa, le conseguimos una ropita y está compartiendo el cuarto con las niñas. Ellas la cuidan.

Se me cayó el alma a los pies.

No lo podía creer. Cómo puede eso ser posible? Cuál era el objetivo de tener a un mendigo que ni siquiera puede valerse por si mismo, con el retardo mental y el síndrome de down esta persona ya de por sí era una carga, probablemente muy enferma, probablemente... infinidad de cosas pasaron por mi mente.

Pude al fin notar que la ropa no era de su talla, eso era lo que no encajaba, que la piel estaba maltratada, las manos también. Note que eran personas muy sencillas las que la traían, ropa sencilla, zapatos gastados, pero todos limpiecitos. Y noté que había algo que las rodeaba, a todas.

Atendí a la paciente de la mejor manera posible, le conseguí todos los medicamentos que pude. Pero aún así no podía dejar de sentirme pequeño, insignificante ante tamaña bondad.

A veces la vida te regala la oportunidad de presenciar los milagros de la creación. En esa tarde en mi consultorio, yo tuve la suerte y la dicha de personalmente conocer a un ángel, convertido en MAMÁ.