Hugo Emilio Ocanto

Hombre pobre -Relato- - Autor e intérprete: Hugo Emilio Ocanto- -Grabado-

Hombre que por las calles vas. Hombre que casi todos los días veo pasar por las calles de mi barrio.

Nunca me he animado a dirigirte la palabra.

Y... extraño en mí, ni siquiera un saludo.

Un \"buenos días\". Un \"buenas tardes\". Un \"buenas noches\"...

Hombre triste, con tu clásica abundante barba. Tus sucias prendas.

Tu mirada triste, ausente. Con esa bolsa de siempre.

Te he visto resguardándote del frío, de la lluvia.

Cubierto con una raída frazada en pleno invierno.

En todas las estaciones del año, siempre con tus pies descalzos.

Siempre he sentido una inmensa pena. Nunca me he animado a dirigirte la palabra.

Pero mañana, será otro día... Y llegó. Me acerqué.

_ Buen día, buen hombre.

Me miró, algo asombrado... sin responder, levantó su mano a manera de saludo.

_ ¿Cómo lo ha tratado el tiempo, con tanta lluvia?

Levantó sus hombros- sin responder - con la mirada fija y lejana, como quien busca una respuesta...

No sabía qué más decirle. Me contemplaba, con sus ojos asombrados y vidriosos.

_¿ No le hace mal a sus pies descalzos, siempre ellos sobre baldosas húmedas y frías?

Negó con su cabeza.

_Señor... ¿me aceptaría le regale un par de zapatillas?

Con su dedo índice me dijo que no.

_Está bien, como usted desee. Quisiera ofrecerle algo. No sé, lo que usted necesite...

Me miró con ojos asombrados y ausentes.

Giró su cabeza, la bajó, y se quedó pensativo...  

_ Parece que va a seguir lloviendo...

Asintió con su cabeza.

Me daba la sensación que estaba hablando con un hombre sin voz... mudo.

No sabía con qué continuar. Me quedé parado a su lado.

Respetaba su silencio, y no me animaba a articular palabra. Comenzó a llover...

Abrí mi paraguas, protegiéndolo también a él. Llovía una leve llovizna. Entonces... me decidí volver a decir algo...

_¿Qué le agradaría comer?

Levantó sus hombros. Esa fue su respuesta. Entonces, decidí retirarme.

_Bien,buen hombre, voy a seguir mi camino. Debo hacer unas diligencias. Nos vemos en cualquier momento.

Asintió con su cabeza.

_Hasta pronto.

Levantó su mano en señal de saludo.

Cuando ya había caminado unos pasos, escucho:

_¡Señor! ¡Fritas! -su voz era potente y cansada-.

_¿Papas fritas?, le pregunté.

Negó con dedo. Con él me dibujó en el aire un círculo.

-¿Tortas fritas?

Me dijo sí asintiendo con su cabeza.

_¡Muy bien, espéreme, que en un rato se las traigo!, le dije.

Cancelé mi diligencia. Fui a casa y elaboré las tortas fritas para ese hombre pobre, con una gran alegría en mi corazón. Noventa minutos después, fui a llevarle cinco tortas fritas.

Se las entregué, y con lágrimas en sus ojos me dijo:

_Gracias señor... que Dios lo bendiga. 

 

Hugo Emilio Ocanto

30-04-2016

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