RICARDO ALVAREZ

1 - UN PULSO LATE 2- RECOGIENDO ESTRELLAS

 

1 -         UN PULSO LATE

 

Cuando entras por la puerta

algún pulso de mi sangre late y no reposa,

como acústicas hojas arreboladas

que el viento balancea en enramadas de cuerdas.

 

Siento que todo el tallo primaveral

cabe en las fuentes de tu piel temblorosa,

al alba se desangran carmesíes y rosas

barnizando tus gruesos labios de lienzo matinal.

 

Ay amor, licuada armonía de pétalo musical,

me sobra el tiempo para festejar las albas gaviotas

de tu sombra y si te tientan contiguas campánulas

que la luna a tu signo oferte melaza a tu paladar.

 

Habla por tu boca gardenia rayana al umbral,

que un beso de agua se encarna en tus labios de gloria

cuando me inclino sobre el fuego del cuerpo celestial,

soy la lengua del muérdago que ladea tus labios de victoria.

 

 

 

 

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2- RECOGIENDO ESTRELLAS

 

El epicentro medular de la ciudad

muere en los afilados dientes

de una jungla metálica edilicia.

Vago crujir a chatarra perpleja,

fabrica el herrumbre balas que silban

en los metales sin nombre.

Cercena la cercanía los puentes en derrumbe

y la plástica opacidad de la tecnología

gira las aspas en los molinos del viento.

 

Proclaman la sonora relevación

sinfónicos violines gregarios,

aglomeración múltiple de clanes en decadencia

impropiamente dialogan en el siglo de las torres

donde el alma sucumbe en pandemia solitaria.

La última versión del desgarro

en sepias hojas de papel narra

paradigmas aflictivos  en desolación inesperada.

Ese lánguido existir en la oscuridad

observa la dirección del advenimiento lumínico.

 

Entonces cae en la realidad la ausencia,

territorio murceguillo evoca

pertinentes puntales de su lote,

establece planisferios derivados del vidrio,

prolongación acotada, desmesura loca,

hipoteca la razón su arrogante vanidad.

 

En el azul cristal habita el sueño prohibido,

la cabeza dentada mella el canto del mirlo.

Cuando lo onírico se apelmaza en pétreo camalote

el hombre retoma el rumbo que desinstala

pátinas clavadas en la ausencia.

Cuando el hombre escucha el lamento del mortal

en bravo salto gravita al precipicio

y recoge estrellas que el cielo había perdido.

El humano solidario en su especie

con mano benévola comparte con el congénere

pesadumbres que desguazan el peso colosal de sus moles. 

 

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