Renata Jaramillo

Bullying

Llegó el día, lo venía planeando hace meses, sí, hoy lo haré, acabaré con el martirio que tantos años he aguantado.
Es el típico día lunes que todos odian, salgo de casa temprano quiero tener el tiempo suficiente para disfrutar el paisaje camino al colegio, y debo confesar que mirar esas pobres almas caminar cómo si lo único que importara es el trabajo, creyendo que su vida durará para siempre realmente me repugna. Quedan un par de cuadras para llegar a mi destino y me comienzo a arrepentir o mejor dicho una parte de mi dice que no lo haga que es mejor dejar las cosas así pero la otra dice que lo haga que acabe con todo, que los haga pagar uno a uno por los insultos que me han dedicado, por los golpes que me han dado y por lo peyorativo de sus palabras.
Entro al salón y no saludo a nadie, todos me miran al entrar es cómo si supieran lo que va pasar, siento que sus miradas me imploran piedad, la que ellos no han tenido conmigo, pero no me doblo ante esas agonizantes almas, me dirijo hasta el último asiento ahí donde nadie me presta atención, la profesora me está mirando y realmente lo siento por ella, por su familia, espero que se volteé a la pizarra y saco el arma de mi mochila, ella es mi primera víctima. Me levanto de mi puesto y camino hacia la puerta no quiero que alguno se escape, soy consciente que no tengo las suficientes balas para todos ellos, pero si que los que queden vivos jamás se olvidarán de mi. La profesora me pregunta a donde voy \"a ningún lugar\" respondo sacado el arma de entre la chaqueta la miro  fijo y le disparo entre los ojos, mis compañeros se paran asustados, pobres estamos en un tercer piso no tienen escapatoria, comienzo a dispararle uno por uno, tengo quince balas y somos veinte, ¿quienes serán los afortunados?, pongo seguro a la puerta pues con el ruido de la pistola al detonar llegan ingenuos a tratar de salvar la situación, algunos de mis compañeros se lanzan desde la ventana a una muerte tan segura como la que les esperaba en mis manos, una vez que les disparo a todos sonrío, por fin se acabó no mas bullying, no mas insultos, por fin me dejarán tranquilo, por fin ya no tendré que aguantar sus golpes. Abro la puerta y a la vista y paciencia de todos salgo, con una sonrisa tan ampléa como la que ellos tenían cuando me rodeaban a golpearme, no agacho la mirada pues estoy orgulloso de lo que he hecho, las personas que estaban fuera del salón intentando ayudar a mis víctimas me miran sin reaccionar a nada, deben estar preguntándose cómo un niño de 15 años es capaz de tan vil crimen, lo mismo me pregunto yo hoy mientras cumplo mi condena en un hospital psiquiátrico, me diagnosticaron demencia, y podrían tener razón.