asherom

El poema de las alas prestadas

Una letra silenciosa recorre la ventana,
dejando una huella cálida en el frío
como un río que labra la roca,
un verso sincero
o tu mano cadenciosa
sobre todo lo que amo.

Quiero que te acerques a mi oído
como la abeja a la flor.
Sé que los besos no vuelan
como mariposas sino que
son peces entre la humedad
de los cuerpos cercanos.
Estamos tan distantes
pero amándonos como el sol
y la luna: esperando siempre
un eclipse de embeleso.

A la misma ventana llega un pájaro
a pedir posada en mi soledad.
Picotea un ritmo atravesado
pero rojo como sus plumas.
De las estalactitas del cielo
se desprenden lágrimas de sueños
sobre cada seno montañoso.
Y reverdece el suelo como mi
amor en cada verso.
Yo aquí pensando en tus valles
queriendo compartir tu soledad
con la mía, queriendo que la hoja
de otoño avise que debo
anidar en tus brazos todo el invierno.
Yo aquí forjo en mis palabras
lo que siento, lo que siento.

Mis ojos buscan ser rayos
para romper el silencio
que se teje en distancia.
Dormir a tu lado, despertar a tu lado,
surgir a tu lado, arder como el
sol del mediodía del caribe.
Teñir tu cuerpo de mi hambre de
cada sueño celeste.

Y aunque de aquí a allá no haya
un río de cristal para que te lleve flotando
un beso, sí está el viento de
angustias que a mis palabras
han acogido en cada tristeza.
El viento que hoy te lleva mis poemas
amarrados en la pata del pájaro
al que le di posada. Pues,
al escuchar mis penas,
me quiso prestar sus alas.