Si tú te vas amor
abrazado a la tarde acordonada de estelas,
y buscas en los bolsillos rotos
la utópica piedra negra.
Hoyando la roca con la salina cal de los huesos.
Amante del mar y su magia
devoradora de sueños.
Si tú te marchas coronado de estrellas;
no es un adiós que hiere amor…
porque vuelves cada noche, como un eco subterráneo,
en el latido cierto que has dejado en mis venas.
Como un dios compulsivo
vienes a liberar las sombras y los miedos.
Búscame amor…
en el silencio que delinea cada roca
cuando muere la tarde,
en el viejo baúl de los momentos compartidos
en el índice puro de la esencia que anuda nuestras manos,
en la estela que deja el espliego tras mis pasos
al destrenzar sus violáceas espigas.
Yo soy la ocarina dulce que besa tus oídos;
mansa y tibia, a la hora del ámbar.
Guardaré las cosas que dejas aquí
en el umbral de mi puerta; tu mirada
un voto de sinuosas soledades atado a mi frente.
En mis manos la vasta inherencia de tu alma
donde mis ojos navegan y mis sentidos recogen
el canto sublimado de tus aves…
Y es que tu voz lejana amor
es una espada de lirios entrando en mi costado.
Que lejos están
los nenúfares de tu memoria
con sus cirios desterrados.
Yo te conozco bien amado.
Hijo del viento, pájaro de mi árbol eres.
Recuerdas cuando un antiguo dolor surcó mi boca,
y fui frágil al borde del camino?
el temblor de mis huesos se hamacó en tu nido
de mítico guerrero.
¡Ah mi pequeño atlante y sus hombros poderosos!
Si la piel de tu boca no me cubre
con el aroma libre del beso
entonces sí… volveré al otoño y su
coloquio de olvidos,
con su trajín de rieles y pesados durmientes,
a la gota precisa en los cristales rotos.
Porque este amor es más antiguo que el sol,
más cierto que el alba
y el átomo gestado en mis orillas
crece y te roza con sus alas sobre el mistral de la noche
alcanzando la curva luminosa de una sonrisa,
viste de fuego tu recién amanecido otoño.
Alejandrina
Abril 2016.