Dogen

Náyade

Deliciosa,
espléndida dulzura de alivio
y muerte cuando te miro.
Tu, como sólo tu sos
cuando te encantas
y juegas a quedarte quieta
para que yo te mire
y de verte muera,
indefenso, aferrado a ti,
herido de muerte entre
el olvido y siempre.
Con el negro que se torna
azul en tu cintura,
-dulce tarea pensarte-
a encargo o por gusto,
tuya esta sangre nocturna
que revive el fuego-
¿Quién animoso, sino yo
que desnuda tu ternura?
Deliciosa,
solemne belleza que te expone
y arrulla en su vientre-
¿Cómo rezas, alegre ninfa,
entre espasmos de gloria divina?