Fueron las rosas muriendo
en una lenta agonía
en el rosal se sentía
sus penas, al ir cayendo.
Se escuchaba su lamento
en sus pétalos heridos
que sollozando vencidos
ponían su queja al viento.
Las mariposas volaban
en un lánguido revuelo
demostraba su duelo
por las rosas, que expiraban
En extraña coincidencia
también tenía dolor,
pues las rosas de mi amor
perdido habían su esencia.
Humedecidos mis ojos
y cubiertos de estupor
miraban la bella flor
ya convertida en abrojos.
Fue veloz el triste ocaso
de aquel rosal florecido,
que lo sentí parecido
al penar de mi fracaso.
Su color desvanecido
eran mis rimas ya muertas
que les cerraron las puertas
a su amor tan encendido.
Sobre la tierra ya yerta
miré las rosas caídas,
con mis ansias doloridas
sentí mi vida desierta.
Con mis pupilas llorosas
del jardín me retiré,
y ya de largo pensé
murió el amor y las rosas.
Y ya perdido mi ensueño,
en un silencio profundo
me sentía moribundo
cuando despedí mi sueño!
Autor: Aníbal Rodríguez.