J. R.

Naufragio

Siempre fue nuestro amor
lo que pudo haber sido:
una vela sin izar
con la mecha aún prendida
del color de la luna.


Y si no se ilumina el mar
de duda y anhelo, si nos mira

sin querer llenarse de espejos,
puedo romperme en soledad
como una ola sin roca y lejos
del azul de tus virtudes,
allí donde yace un cuerpo cansado
que muere ahogando en la vida
nuestros últimos días. Ya han pasado
por las tardes que calla la bahía
el silencio y su ocaso para decir:
la distancia es una lengua
que la piel no entiende todavía,
pero un alma, si pura, bien sabe distinguir
las cicatrices sin precisar de la palabra.

 

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