Jesus Maria Hernandez Nariño

A Taboga

Al fin, un hogar
atrás de la mañana;
delante de mi ayer,
25 años después de al fin,
una hija y una esposa,
húmedo aun el lienzo,
alrededor de mi mano,
durante un rostro fijo,
de a lo mejor ser otro,
ser otro,
ser yo.

Mar en honor del paso,
sobre la línea frágil del oro amargo,
de tanto haber perdido y tanto haber ganado,

Es la mar que me arrastra convencida,
de sus tonos tenaces extrañantes,
como que eran en mi mente
como que allí llegué...
he llegado y llegaré.

Enorme viviente;
límite originario,
iniciación de esta extremidad,
de esta epidermis,
de esta intrínseca sangre humana,
mía,
sin hogar.