Es imposible un apócope de tu nombre porque mi boca siente la profunda necesidad de pronunciar cada sílaba que te designa. Y si pudiera desplumarte pájaro de miel, liberarte de los cepos; lo que encontraría no sería un nombre, sino trozos de alba y de noche. Entonces podré entender que la mañana y el cadáver de la tarde siempre estuvieron ocultos en ti.