El Arlequín

LUNA DE OJOS VERDES.

Ante mi ensueño paradojal y de esperanzas, sin dudar, doblé  la esquina hacia el flanco de otro cielo; a ese; el de la luna nueva. Reina mía.

¡Amor, amor,  amor!

Entregado e  incansable;  a la quintaesencia del aliento, efluvios de una coloreada y seductora boca.

En donde terminé arraigado y marchitado, frente al misterioso jardín de unos carmines sonrientes.

Abatido y envuelto bajo el regazo de la iridiscencia del plumaje del erotismo, disfrutaba del  deshoje pétalo a pétalo y gota a gota  de una láctea miel de amor para mis caprichos.

Miserable yo, cuando a las vísperas de honrar al fuego, me negabas tus besos, deseos que  más tarde brotaron una honda huella de extravío de mi alma entre oropeles.

Vivir una fantasía de pensamientos, es resurgir de un desierto, después de ahogado en la profundidad del caracol de una mirada de aceitunados y promisorios ojos, los que desbordaron de un pincel, matices del más puro de los veranos y que serán siempre hermosos hasta el último día de toda una eternidad.

Volar es querer agitar entre vientos de cometas, para acariciar con las manos el delicado manto del oro, de tu pelo rubio, y,  a cambio tener la recompensa que de entre interminables notas, surgirá el néctar de unas dulces palabras, ambición de locuras.

Ya pronto amanecerá,  resucitemos entre nuestros labios, comprende que nada tendremos que perder.

Regresa, que quiero ser el destinatario de tu mirada, el que se envenene con el aroma y los sabores de tu cuerpo, dentro de la habitación tu mapamundi.

Ven a mí, te prometo que dentro de un frasco, guardaré el principio y el fin de mis ansias, para poder leer  lentamente sobre todo tu desnudo cuerpo, el laberinto de nuestros deseos y pensamientos.

Ven a mí, te prometo que tardes y amaneceres serán dueños del mismo arcoíris, que el día y la noche nacerán huérfanos de horas y no habrá ni sombras ni tampoco sinsabores, solamente esencias petrificadas.

Ven a mí, que haremos del cielo glorioso una dualidad con el infierno gozoso.

Ven a mí, que de mi mente ya nunca saldrás;  y permite  que entre oscuridades, mis dedos atrapen la fragancia que se oculta entre la dermis de tus senos lácteos; pero ven antes de que caiga vencida esta noche.

Ven a mí,  que en la intimidad mi lengua con hechizos, explorará el mapa de tu cuerpo, recorriendo ese misterioso camino seductor de vanaglorias, ese que nunca nadie jamás haya caminado; deja que con su propia humedad viaje hasta hundirse en el oasis de la última vereda del cunnilingus,  y concédeme la llave que abre las puertas de la diosa Venus y a la hora del eclipse entrégate sin menguar, que así día con día volveremos a empezar…

¡Amor, amor,  amor!

Ven a mí, ven a mí, Regresa a mí.

Francisco Solano Castañeda.

Maldita y fría primavera del 2016.