Se aproxima el otoño amor
el verano ha empacado sus cristales,
su grave acento de polvo y fuego.
La alta fronda va mudando su piel reseca
y al girar sus páginas el grimorio de los tiempos;
estalla la diáspora verdina
junto al elevado prodigio de los pájaros.
Amo el otoño
y su gregario vuelo de espesura,
como amo las primicias recogidas
en nuestras manos…mi amor
esta lluvia ligera
como un suave péndulo de alturas;
cigarras de ámbar
eslabones de cuarzo
¡hay gramos de Dios en cada gota!
Tus ojos en sepia
sostienen un mundo a media voz,
de hondos suspiros.
El tiempo ha callado su vocablo
y nos conmueve en un abrazo silencioso
pero tú amor, pones un susurro en mi aliento
y mis manos van creciendo de sosiegos,
como tiernos cabellos se diluyen en tus pómulos
se apoderan de tu boca
para que no se escape mi nombre.
El vino se ha llenado de copas,
echo de desnudez y de amor
acelera el pulso de la tarde.
¡Este es nuestro balcón bajo el cielo amor mío!
Enredado en sus caireles
el viento
arremolina las estrellas del sauco
al fondo del jardín.
En el viejo columpio
se mecen las trenzas de la soledad
y en su vaivén impávido van cegando el cielo,
ya maduros los frutos de las nubes
licenciosos descienden a la tierra.
El jazmín en un pacto con la lluvia
nos brinda la promesa
de alcanzarnos un mañana
con su milagrosa sonrisa
de dedales blancos.
Y es que yo te esperaba
desde antes de estas cosas amor,
tus besos nómades se disuelven en mis mejillas
y siempre vuelven tus pasos
en el traqueteo de la lluvia.
Las alondras del peral
se han dormido en la corteza de su abrigo
y tú tan mío de nuevo
transitas en las cuerdas de la ausencia,
por los hilos del agua...
dejas al borde de mi copa los signos ocultos de un beso
¡es que eres tan mío!
como los viejos dolores
como estas lúdicas semillas
que vienen nuevamente
anidar entre las hojas
como el bendito sueño de las hadas.
Alejandrina