Max Hernandez

A mi viejo con cariño...

 

Te levantas de mal humor, cepillas los dientes y mentalmente repasas el día : deberes, obligaciones, deudas, trabajo, más trabajo... Por los mil demonios, olvidaste una cita importante! No olvides de la reunión en el colegio de los chicos. Además, tienes que darte un tiempo y revisar el grifo, ya que gotea.

Te sientes cansado, ya no eres el mismo de antes; incluso algunas canas y una calvicie incipiente adornan tu cabeza. Aplicas abundante espuma de jabón a tu rostro y empiezas la rutina del afeitado diario. Ves tu cara, tus arrugas, tus ojeras... Sin notarlo apenas, tus ojos te devuelven una mirada familiar: es tu padre, son tus abuelos los que te miran desde el otro lado del espejo....

Por unos segundos eternos vuelves a ser niño...

Ahí está el viejo! Como siempre apurado, acaba de ponerse su mejor traje para salir a su rutina diaria. Lo ves inmenso, fuerte; crees que no existe en el mundo alguien más grande que él, y en el fondo quieres crecer para parecértele un poco.
 También él se queja de lo poco que gana, el trabajo siempre es mucho y la paga es mala. Pero sigue adelante, y lucha día a día por el bienestar de los suyos y de su familia.

Se las arregla para conseguir algunos extras y regalarnos un paseo o un familiar fin de semana; empeña hasta el alma para que sigas estudiando y puedas independizarte.
Festeja tus logros como sí fuera el máximo acontecimiento del planeta, así sean estos pequeños e insignificantes.

Te alienta a seguir y te mira orgulloso....

\"Ese es mi hijo!\" - repite con frecuencia.

A veces, muchas veces te sientes avergonzado, ante amigos y familiares, por el desmedido orgullo de tu viejo por cosas tan simples y pequeñas. Pero igual sonríes con cada halago suyo, con cada ocurrencia....

Han pasado muchos años, ya no es el mismo....

De tanto andar ahora arrastra un poco los pies, olvida con frecuencia fechas y nombres, e incluso ha perdido aquella grandiosa y soberbia elocuencia. Los años no pasan en vano, repiten con frecuencia; la vida y el enorme camino recorrido le han dado experiencia, pero también lo han gastado.

Su mirada sigue siendo la misma, aunque llena de arrugas y cansancio eterno, te regala una sonrisa de aprobación y orgullo.

Ahora festeja los logros de sus nietos. Es un gran abuelo, lleno de mimos y gestos tiernos. Ya casi no reconoces en él al que fue el padre severo.

Sus temas de conversación han cambiado, antes era fútbol, política y proyectos; ahora son de la familia que ya no está, de amigos que se fueron, de tiempos aquellos...

Sonríes...

Y en el espejo ves la mirada de tu padre y de tu abuelo. Eres igual a ellos. Tienes de tu padre los mismos gestos.

Y tienes suerte, pues aún puedes abrazarlo, aún puedes disfrutar de sus ocurrencias, de su orgullo paterno, aún puedes decirle, aunque bajito: \"viejo, te equivocaste en una sola cosa ...  los hombres también lloramos, viejo\". Y aunque casi nunca te dio un beso, puedes besarle y decirle que eres su sangre y su alma, y que no cambiarías por nada el así serlo!

 Te quiero, mi viejo.