Me gustaría anidar en tus brazos,
 así nuestra longevidad se dividiría
en años de abrazos no momentáneos, 
 como esos encuentros peculiares 
 que te llevan a mí, 
que me llevan a ti. 
En tus brazos me gustaría
 proclamar eso que tanto callamos
 por miedo a perdernos, a alejarnos,
 cuando te quedes insatisfecha y apagada,
 encendería entonces mis abrazos
esos que me dibujaste
 los que todavía no hemos pintado,
 tú haces todo esto entre tantas cosas.
 Ahora, 
me gustaría en este mismo instante,
 sentir de tu pecho lo que percibo antes de dormir
 por pensarte, 
me llega ese fresquito 
 que no me da la noche,
 la que cordialmente 
 te exhortar a mis brazos,
pues al empezar el día
 siempre quedo con el deseo,
 con esas ansias, 
que se cumpla nuestro abrazo
 bajo ese azul infinito.