Manuel fernando

Demonio femenino

Y entonces, a todo poeta le llega una musa maldita, una musa destructora, una musa desgraciada, que arranca la poesía, que pone en riesgo la cordura, y no te da una pizca de fantasía, esa musa desgraciada, será por mucho, la de aquel suertudo poeta... La preferida. Pocas veces se alcanza una inspiración digna de sacar los versos que llevo a cuestas en algún rincón de mi bolsillo, y si llegase a pasar no me pertenecen, le pertenecen a la desgracia, a la desgracia que puso frente a mí, a aquella musa, y no es casualidad que ella vuelva a aparecer y entonces con la musa mi versos surjan otra vez.

Y no puedo ocultar, ante dioses ni demonios que me estremece tenerla frente a mí y que su mirada y que sus manos rocen mi sentir y que bajo algún pretexto entre mirada y mirar se aproxime a mi, me bese y se logre marchar. Si estos versos no inquietan su mirada, no dilatan su pupila, no resecan su garganta, que más podría ofrecerle en mi ausencia ¿sino un tributo a mi desgracia? Y si ella, aquella musa vacilante y seductora llegase a sentir alguno de mis versos, con seguridad podría decir sin temor a errar, que ella se quedaría aunque sea para escuchar un verso más, si supiese aquella desgraciada que es dueña de mis versos, dueña de mi inspiración... Dueña de mi tiempo, Seguramente se asustaría de enterarse el poder que tiene, al igual que me asusto frente a ella yo. Pero no hay duda, ella revive mis versos, que son sus versos, revive mi inspiración.... ¿Qué es inspiración? Verla frente a uno, poderla besar, ver cómo llega y observar cómo se logra marchar.

Que desgracia tengo de tener a aquel demonio femenino, aquella musa seductora, que desgracia que sea dueña de mis versos, que sea la que ocupa mi inspiración, Que desgracia, esa musa no se la deseo ni al peor de mis enemigos.... Pues entre todos los malditos..... El único que merece aquella desgraciada musa, soy yo..... Y que sus besos no me falten, y los versos sobrarán... Y ¿si no le inquietan estos versos? Me retiro de la jugada, pues lancé mi mejor inspiración en esta misma carta, me declaro débil, vulnerable ante una sola de sus miradas, y que sepa de una buena vez, aquel demonio femenino... Que me entrego a su servicio, para ser vicio, su maestro transgresor de la moral, ¿donde firmo aquel contrato para declararme fiel compañero y servidor? Para que al ritmo una sonata de Tartini o de algún bolero soñador... Podamos juntos reinventar el trillado concepto del amor? Te espero musa desgraciada, demonio femenino, te vendo mi alma a cambio de un mirar de tus ojos vacilantes, de tus caderas venenosas, de tus labios que generan sed, mi alma no es barata, pero haz con ella lo que tengas que hacer.