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LA HORMIGUITA (CUENTO)

INTRODUCCIÓN:


Mario, mi hermano era un poco menor que yo en edad, pero mayor que yo en su desarrollo ideológico.


El agarró en serio la lucha de los jóvenes de ese tiempo para sacudirse de una dictadura que ya estaba haciendo mucho daño en Nicaragua y se volvió sombra en la noche oscura del somocismo, para envolver el pensamiento de los olvidados en luces, en chispas, para encender la mecha de la libertad.


Fue hormiga consistente, golpe y martillo.

Mi hermano logro moldear la esencia concentrada de muchos hermanos para que fueran explosión de esperanza a la hora que hubiera las condiciones para cambiar todo.

 

Ahora su sombra duerme con la sombra de los miles de muertos que deambulan por las noches, para meterse en las mentes dormidas de los jóvenes, de los niños, para que aprendan que no se pueden dormir mientras el enemigo esté despierto. Desde su tumba sale en el silencio de la noche a picar a la gente... y es que Mario es así, pica donde más duele.

 

Para él mi cuento poema, \"La Hormiguita\". Tal Vez no me alcanza el corazón para decirle cuánto lo quiero, pero sean mis palabras convertidas en este poema un tributo a su recuerdo.

 

LA HORMIGUITA (CUENTO)

 

Él podría ser descendiente de una de ellas; caminando y caminando por el mismo camino, llevando siempre sobre sus hombros el sufrimiento y la miseria de su pueblo.
No era de esos que luchan un día y se sienten buenos; él luchaba todos los días, era una de esas hormiguitas indispensables y necesarias, que hacen camino al andar.
Y es que Mario era así; silencioso, trabajador, (como una de ellas), pero con cabeza de hombre sabio.

 

Mario no piensa de un solo golpe, pues eso a él le da mucho dolor de cabeza; pero sí asimila las cosas de una forma suave y lenta, muchas veces él pensaba contando y cuando llegaba a cien, él ya sabía que hacer; Y es que no le gusta despertar bruscamente.

 

Llega la noche tragándose la angustia del día. Sale una luz invisible, iluminando la mente de Mario, le dice que para él no hay sueño; habrá que despertar la realidad en aquel pueblo que se durmió en la indiferencia hace muchos años.

 

Mario solo tiene sus manos como herramientas de lucha y su mente, claro está, como impulsora de sus emociones reprimidas. El desea cambiar las cosas, no dé lugar, sino de fondo.


Sabe que la historia está a su favor. Que todo movimiento es avance.

Mario piensa como mecánico. Sabe que la cosa en general está descompuesta, pero también existen elementos recuperables. Él se siente como una batería solitaria, pero llena de energía.

Hacía dos semanas, que habían planeado tomarse el comando del pueblo; él, Renato, Salvador, Horacio y otros más, eran de esos que se quitan el nombre por seguridad y se ponen las pilas por convicción. Ya uno de ellos había dicho:
- ¡Aquí necesitamos Hombres, no Nombres!
-Nuestros nombres algún día serán desenterrados por la historia y tendremos la gloria de formar parte de la nueva sociedad.

 

Mario casi no ha leído a Marx; pero sabe que Marx está con él.


La pobreza, la miseria y la explotación son términos reales de su pueblo. Sabe también, que el trabajo todo lo cambia; pero no el trabajo que da sustento y poder a la burguesía, si no el trabajo social y compartido; organizado de tal forma, que llene las necesidades más importantes de nuestra sociedad.

 

El reloj de la fábrica de La Flor de caña, bostezó las doce horas.
Habían quedado en reunirse en el patio trasero de la iglesia de San Blas en Chichigalpa, que dista a cien metros del comando.

En el patio trasero de la iglesia; debajo de tablas, zinc y otros desechos, depositaron las escasas armas que tenían.

 

Abrió la puerta con sigilo. Divisó la noche y estudió sus sombras.
¡Cuántas veces había tenido de amante a la noche!
Sombras de olvido, cobija de aquél pueblo dormido, pero también sombras en donde el peligro acecha.

 

Vio el cielo estrellado. Le dio la sensación de que mil ojos sueltos estaban al tanto de sus movimientos; y muy quedo les dijo:
-Duerman estrellas, esta noche es mía, ya vendrán noches de calma, en donde el cantor de la nueva sociedad, traspase el azul celeste, con su canto de vida.

 

Llegó al punto, como llegan los corredores que quieren alcanzar la victoria.

 

Divisó a los demás y miró en ellos su mismo rostro reflejado; expresiones que dan la idea de volcanes a punto de explotar, pero de serena belleza.
¡Es el alma de la patria a punto de saltar en mil pedazos ¡

Cada uno acarició su fusil; viejo pero fiel compañero. Silencioso en la paz, escritor de historias, cuando surge su lengua de fuego.
- ¡Yo te amo fusil del pueblo; que te acostaste con tantos guerrilleros y jamás te prostituiste!
- ¡Yo te amo fusil, arrebatado de manos criminales que vendieron tu uso al imperialismo!
- ¡Yo te amo, porque de ti salen luces de liberación, que apagan la vida de los opresores!

 

Mario se encontraba en estas meditaciones, cuando de pronto las cosas empezaron a retroceder.


En la segunda planta, por la ventana de la sacristía, el ojo del sacristán se parecía al ojo de Judas y pensó que treinta monedas no le vendrían mal para comer un día.
El sacristán despertó al cura. El cura llamó al comando y pensó que sesenta monedas no le vendrían mal para comer dos días.

 

El cabo del comando llamó al capitán Departamental, y pensó que noventa monedas no le vendrían mal para comer tres días.
Las llamadas se alargaron en la distancia; las respuestas se acortaron en el tiempo.


Todos pensaron que el Capital estaba en peligro.

 

Se mandaron hombres, pertrechos, tanques, aviones.
Demasiadas cosas para despertar a aquel pueblo dormido.

 

La lucha se dio desigual, tronó lo que tenía que tronar, murieron los que tenían que morir, despertaron los que tenía que despertar.

 


La tumba de Mario tiene un hoyito; por él sale una hormiguita con cabeza de hombre sabio a picar a la gente...y es que Mario es así:


! ¡Pica donde más duele!