Que la luz del sol brillara,
y sus rayos blanquearan
las flores, del azahar.
¡Valió la pena esperar!
Para que escuches los trinos,
de este jilguero afligido
cada día, al despertar.
¡Valió la pena esperar!
Que la brisa refrescara,
las mejillas sonrosadas
de mi niña, al caminar.
¡Valió la pena esperar!
Que la lluvia nos mojara,
gota a gota cual cascada
y en la playa retozar.
¡Valió la pena esperar!
Agarrarnos de las manos,
ver las nubes en verano
y las penas olvidar.
¡Valió la pena esperar!
Que la envidia terminara,
la esperanza regresara
y el tormento remediar.
¡Valió la pena esperar!
Por tu madre y por tu hermano,
que por el cielo lejano
ven serafines volar.
¡Valió la pena esperar!
Que al desandar tu camino,
no te lastimen espinos
ni congoja, al descansar.
¡Valió la pena esperar!
Que nuestra tierra sagrada,
este de trigo sembrada
y las mieses cosechar.
¡Valió la pena esperar!
Y que en la noche estrellada
llegue al tálamo, tu amada
para hacerse desposar.
¡Valió la pena esperar!
Que al orar al Dios divino,
con su corona de espino
Él te pueda iluminar.
¡Valió la pena esperar!
Y que este verso profano
haga implorar, al cristiano
sus pecados perdonar.
¡Valió la pena esperar!
Y que el poder de la cruz
haga reinar, a Jesús
en la tierra y en el mar.
¡Valió la pena esperar!
Franklin Joel Blanco Aparicio.
Villa de Todos los Santos de Calabozo.
Venezuela.