Walter Kuhry

Su solitaria escena

Es pleno atardecer y el cielo llora

dentro y fuera del hombre solitario;

porque cuando el día se termina es la hora

en que la soledad tiende el sudario.

Casi como la lluvia, gotas amargas

llegan a sus labios apretados.

Su mirada es perdida, triste, larga,

en su garganta hay un grito anudado,

que quisiera salir, y como un eco

de vereda en vereda llegar a otros.

Pero solo suena el golpe seco

de la puerta cerrada. Es su rostro.

 

Con la lluvia encierra entre sus manos

su única riqueza: sueños perdidos,

último resto del antiguo humano

que el actual fantasma entregó al olvido.