Lebusla

EL AMOR ENTABLĂ“ UNA DEMANDA

Una oscura noche y un sueño
“en una parada de autobús
una amplia caseta, refugio para peatones
el clima helado, ráfagas de viento
y las hojas secas, bolsas y papeles, iban y venían.

Solitaria estaba la parada
solitaria estaba la noche
como solitario estaba yo
unas tenues luces en las calles
que apenas vencían a la densa neblina
y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo
cuando de pronto un hombre alto y flaco
botas de puntas y tacón sonoro de cajón
con gabardina, chalina y sombrero
todo negro detectivesco o de mafioso gánster
el hombre se acerca y con voz ronca y hueca
dijo:
-- ya sabes?
-- qué? le dije yo, con recelosa voz
-- lo que dicen las noticias
-- no he leído los diarios, le respondí
-- pues, hablan de que “el amor” ha entablado
una demanda contra los poetas
-- por qué? le pregunté
-- los acusa de haber utilizado su nombre, sus atributos y sentimientos
para componer sus “dizque” poemas, sus prosas y sus versos
que lo han usufructuado y se han lucrado con sus libros y que por tanto ahora
reclama todas las autorías, demandando que los pongan tras las rejas.

Aquel hombre a medida que hablaba se acercaba en un tono más inquisidor
y de pronto algo llamó mi atención, en la pared de enfrente
una pinta a grafiti y entre signos de acusación ¡CONDENEN A LOS POETAS!
y en la pared del lado, otra, dibujado un dedo apuntaba hacia mí
y seguido ¡CARCEL PARA LOS POETAS!
El escalofrío volvió más intenso, miré hacia arriba y el techo de aquella parada
descendía, a los lados los pilares se desprendían de sus bases
y desde los cuatro puntos se acercaban amenazantes
como queriendo atraparme.
El pánico se apoderó de mí y quise gritar
justo en el momento que mi dulce esposa me despertó
cuando escuchó mi grito pidiendo auxilio”.
Incomodo dormí hasta que llegó la mañana, me levanté, tomé un baño,
el desayuno y salí caminando hacia la parada para tomar el autobús.

Al llegar, en aquella no había ningún alma esperando, me refugié bajo su techo
cuando vi aparecer a un hombre con su atuendo de negro
raudo el sueño volvió en sí, fue tal el momento que salí corriendo
alejándome de aquel lugar.

Atrás quedaba la parada solitaria y fría
mientras en ella la hojarasca se arremolinaba con las ráfagas del viento
en medio de una estela silenciosamente y sombría.


Lebusla
Derechos Reservados