Luis Lenes

Meestro de Galilea

Hombre tan desarrapado

extremado cuerpo enteco,

donde van tus pasos dime,

pies desnudos encarnados

alumbrando a los que vienen.

 

Cuán pesada carga llevas

como cielo y tierra juntos,

en tus breves cortos hombros

rostro púrpura denota,

las espinas, tú corona.

 

Cada paso dejas sangre

y su carga  engrandece,

hasta dar su faz en tierra

por tres veces lo derrumba,

al que vencerá su muerte.

 

Perforados pies y manos

a dos maderos cruzados,

y clavado como enseña

punta de madera en tierra,

y el costado de un lanzazo.

 

A la tarde, de la hora tres,

el que en Belén fue nacido

encontrase su deceso,

Gólgota en Jerusalén.

 

Vuelto de los muertos luego

de entre ellos resucitado,

de jornada la tercera

pues no hay gran mayor ternura,

vida de él, haberla dado.

 

Tan antigua tu enseñanza

como cada madrugada,

tantas veces releído

cada signo de tu letra,

pero el odio aún no se ha ido.

 

Tantas veces de odio al prójimo

tanto al hábitat del mundo,

como sed de perecer

cuerpo y de alma hacia Luzbel,

de Jesús, nada aprendido.

 

Ojalá se comprendiera

las personas ellas mismas,

cada día qué se ha hecho,

de custodios designados,

por Jesús de Galilea.