La tormenta llega a su fin, y la noche con ella se va dejando una estela de gélida tristeza.
Un vasto mar de recuerdos abriga mi despertar al alba sobre mi corazón, reflejando su cristalina mirada dulce de añoranza.
Nada más… es todo; Las sábanas blancas como alas de Arcángel se mezclan con mis lágrimas del olvido, y tu imagen se desvanece en el infinito de la nada.
Un adiós, y mi mirada al horizonte se despide, observando tu silueta ondear con el viento del este, y en su lugar un campo de flores a la luz de los dioses.
Solo eso… sentir que la brisa se apaga con la última gota de esperanza que queda guardado en algún papel más allá del día y la noche.
Suave, muy despacito, su luz me llama, ocultándose de la luna que quiere atraparla, solo para mostrarme la dulzura de su rostro que ya no quiero ver.
Es pues, vida mía, la que herido de muerte quedé, como tu reflejo que se pierde en el desierto del camino vacío, como la sinuosa pendiente al silo del averno.