GuillermoO

Viejas acechanzas en una noche de abril

 

Quédate un momento conmigo. Tan sólo hasta que el sol aparezca.

Soy culpable de vivir el terror perdurable de la oscuridad,

y tú lo espantas.

Qué rutas de tumultuosos miedos habré heredado,

qué posesiones me atraen a través de locas ensoñaciones;

quédate conmigo.

Eres un flor nacida para el tacto.

Siento la belleza de esta noche asustado por la culpa de otra noche

que no regresará. Por favor: quédate conmigo.

Sólo el momento de escribir este poema, 

hasta que la mañana apoye en mí sus brazos

y sienta el sol en mi cuerpo.

Entonces, en el remolino del amanecer, en el penetrante amanecer,

pasarás esa puerta. No ahora.

Ahora pon tu mano en  mi frente, mi frente en el agua,

mi agua en medio del mar.

Tal vez otro día comprenda las mudanzas,

los festejos de esas calles sonando como cuernos de caza;

ahora quédate conmigo.

Y libérate de lo invisible, suave ser que me acompaña.

Siento el vapor de lo oscuro,

la vida es un pedazo de bala que pasa por mi boca, mi voz adolece;

quédate conmigo...

Escribo este poema y soy el que arma las olas más temibles.

Sobrellevo el dolor de lo imperfecto,

de lo que yo mismo desconozco.

Ahora es medianoche, y como quien se arroja en la tormenta

busco las huellas que alguien como yo ha nombrado.

Ellas tienen el misterio de lo que dejamos atrás, claudicantes.

No iré sobre las piedras. No me lo pidas.

Tan sólo es el lugar cobarde del amor.

 

Quédate conmigo.

 

G.C.
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