Teodocio Potes

CONTRA EL SEXO

¿Por qué nos costará tanto sobrepasar la barrera del pecado?

¿Por qué tanta sevicia inveterada contra el culto del placer humano?

¿Por qué se imponen reglas de moralidad añeja

dictadas desde el capricho obtuso

de quien sabe que anciano mañoso arrepentido

de vicios y goces de febril locura saturado

en quien sabe qué épocas lejanas de lajanos pueblos

infestados de perversos dioses

que recelaban de la capacidad de goce

de un insignificante ser humanizado?

¿Por qué ellos, justamente, los que no pueden ya emplear

lo que la naturaleza les ha dado,

son quienes se empecinan tercamente en prohibir los derrames lujuriosos

que le dan pleno sabor a este plato excelso de la vida,

únicos momentos  que le ponen el picante

a los aburridos días de rutina

los únicos que sirven de cemento para pegar esquivos seres

domeñados por la inquina?

¿Por qué la moral tijeretea el instinto y pretende cortar lo más grandioso,

lo que nos permite despertar con ganas

de ir a trabajar por las mañanas,

lo que nos anima a pegar nuestras babas

con las babas de otro aburrido ser debajo de las sabanas.

¿Por qué, me sigo preguntando tercamente,

lo único que nos permite trascender en el tiempo

como especie, lo tienen las religiones y las leyes

encerrado en prisiones moralistas

a sabiendas de todos y de todas

que sus barrotes se derriten

cada vez que se eleva la pasión en nuestras venas?