El Hombre de la Rosa

¡¡¡ ROMANCE DE LA CARMELA !!!

 

 

¡¡¡ ROMANCE DE LA CARMELA !!!

 

*** Versos de la Rosa ***

 

Entre jirones de niebla y las piedras del camino

arrastra el carro la mula maldiciendo el destino,

es un carro con Gitanos, de Cales de pura casta,

entre el toldo entreabierto la Carmela lo guiaba.

 

Los herrajes de la mula, cascabeles y el bruñido

tintinean en los hoyos entre ese cancho y el río,

La esencia de los gitanos camina por la mañana

cubierta en lona del carro la Carmela lo llevaba.

 

La dicen la re bonita por ser Calé de mil gracias

con seña de tarde y luna, el embrujo de su raza,

su madre la mira y dice, sentada junto a la vara

mientras su mula fatiga desde el ocaso del alba.

 

Con el girar de los ejes las pezoneras reclaman

la grasa de su quejido con crujidos de su ansia,

con cadencia de caminos, la caravana se afana

mezclando el circular entre los canchos y jaras.

 

Donde la noche sale es cuando el carro se para

alumbrando su lumbre con maderas y retamas,

suspira esa albergada con el humo de la brasa

que guisa para esa cena una cazuela de habas.

 

Candongo contra su peña afilando esta la faca

coreando con el humo su quejido de garganta,

hay aroma de jarales en unos castros de plata

es la hora del extasío noche de Luna tan clara.

 

El taranto que resuena de rasguear la guitarra

en la noche sarracena acallando a las cigarras,

las ayudas con aplauso con el cante se resalta

acunan el sentimiento con penuria de su alma.

 

La Carmela va tejiendo sus remolinos de falda

pisando el pie desnudo el alma que se levanta,

Candongo en el quejido en arrugas en su cara

lanza al aire el lamento que ese vivir arrebata.

 

El desea a Carmelita por ser sublime la gracia

aspirando esos favores de su gitana que baila,

en el viento de afonía con aroma de las habas

se irradian los ardores entre greñas de gitana.

 

El aire extiende la voz de Carmelita que canta

la toga tiende la noche con el calor y su llama,

la vida de lo furtivo en sus ojos que arrebatan

Al Candongo por los celos de su faja la navaja.

 

Reyerta de los Cales su roja sangre lo empapa

con palabra de la muerte con acero de su faca,

el respeto de los años lo empapa su ley gitana

que sanará las heridas con la frente agachada.

 

El perro aúlla al aire, con su croar de las ranas

cuando la luna ilumina una albergada de plata,

ofrecido esta Candongo con voto de juramento

con la Carmela la airosa fija su rosa en su pelo.

 

El casamiento ritual se saluda al cumplimiento

la boda entre gitanos se cubre por sentimiento,

una olla que se rompe con rasgón de camiseta

esas voces de alegría se viven en esa hoguera.

 

Esa boda de Candongo de verdiales se celebra

porque corre vino viejo en su barriga sin cena,

en lo íntimo del carro con ardores y la entrega

con resudor de carácter con aromas de canela.

 

Fuera coreando fandangos se avivan las ideas

al lamento de guitarra como lo pide esa tierra,

cante hondo al sentir ondas de layas vaqueras

rostros de pergamino en caras finas de piedra.

 

Un sacramento Gitano el resguardar parentela

la picaresca elegancia con castas de Macarena,

a la apertura del día cuando la luna se acuesta

se apiñan en los carros para errar por la tierra.

 

Lo guía el Candongo con su guedeja de greñas

mirando sus verdes ojos de felicidad completa,

una gitana comadre sale exclamando contenta

enseña la tela blanca pintada de sangre fresca.

 

La sabana de la noche niña Carmela la observa

se la enseña a Candongo con alaridos de fiesta,

el Gitano con las manos, se rompe su camiseta

gritando al aire y al cielo, la felicidad completa.

 

La Carmela es alzada en hombros por la vereda

entre grito de alegría en homenaje a la hembra,

con el paso de los años como semillas de tierra

brota una vida Gitana del vientre de la Carmela.

 

El veterano Candongo sereno atiza esa hoguera

dos serenos lagrimones corren por su cara seca,

llora de pena Candongo por otros Cale que llega

gime de alma el Cale con las manos en su greña.

 

Las gitanas calentando aguas claras de la sierra

sus manos rozan limpiando la tierna cara canela,

llorar y gemir Gitanos que de llorar nadie muera

se muere por malo o viejo y por navaja campera.

 

Son hijos de sus zozobras al vagar en esta tierra

sufriendo por el maltrato que su libertad genera,

llorar por temor mujer por esa vida que empieza

con semilla de Candongo que da la vida Carmela.

 

Le pusieron al Cale sus nombres de gran escuela

bautizan por ceremonial Candongo Reyes Utrera,

el Gitano al ir creciendo su penar los pone afuera

jugando con los matojos entre una jara campera.

 

Su luna tiende su albor al alumbre de la hoguera

que surge entre el ascua y el humear de tiniebla,

las estrellas sin limbo con guiños le hacen señas

a esa Carmela altanera por brillos con luna llena.

 

Entrando su anochecida se aplacan las cegueras

y el roció entre los carros pinta la tierra de seda,

en el interior del carretón su criatura mama teta

con la madre acariciando el suave rostro de cera.

 

La vida sigue su curso con ese andar en la tierra

la independencia Gitana sólo al amar se doblega,

sosegada la albergada la quietud al mundo llega

mientras el perro devora la carne de la placenta.

 

El Candongo vive soñando de comida placentera

con el banquete de sed que coman de la cazuela,

una nube cubre la luna con oscuridad muy cerca

haciendo brillar la brasa con remolinos de tierra.

 

El Gitano ahíto de leche de mamar suelta su teta

con la mano que acaricia un pecho de la Carmela,

las luces de la mañana se funden en los sentidos

entre rumores de agua que surcan los remolinos.

 

Candongo pescando sueña entre el cañizo del río

los peces miran la caña entre esa ova escondidos,

Carmela estudia lavando los pañales de este hijo

con ojeadas al Candongo que pesca cerca del río.

 

La paz que deja el suspiro entremezcla un vagar

de su Gitana Candonga que teme por su querido,

el trotar de unos caballos su corazón a encogido

por esa verde desgracia que pasa por el camino.

 

Las luces de los aceros de granate se han teñido

vertiendo sangre gitana entre las ovas de un río,

ansiando va la muerte por lo roja que ha vertido

de la boca de Candongo con un postrero suspiro.

 

La Carmela va llorando curando al Gitano herido

sin soportar la miseria que su muerte la donado,

el cuerpo del Candongo en su carro le ha metido

y prenden fuego al Gitano con su carreta y avíos.

 

Antes de herir la sombra los otros Cales la dejan

de soplo de adversidades por odio de la ceguera,

la carreta de Candongo alumbre de fuego queda

depurando con su lumbre otra sinopsis con leña.

 

Con la marcha del espacio alientos se regeneran

y su Carmela alumbrando su pelo con plata vieja,

entretenida en apaños por los pucheros de barro

avía con arte un guisó con cordero y el gazpacho.

 

Tiene el rostro arrugado al trascurrir de los años

esperando que le entregue el alivió a su calvario,

bajo su lona del carro se está apagando Carmela

con un hijo acariciando su antiguo rostro canela.

 

El lamento de la suerte al llevarse el alma buena

se junta con los quejidos de cante por peteneras,

su hijo mirando el cielo recibe guiños de estrella

con fragancia de Patriarca y seña de madreperla.

 

El puño bien apretado se cierra por la impotencia

con luces de autonomía que los gitanos profesan,

la vida está tan dolida y  la muerte está tan cerca

Que el estar de los Cales vive afanoso a la puerta.

 

Cuando no pasen gitanos por caminos ni veredas

las flores de un nenúfar se secaran de vergüenza,

esta es la impronta que deja esta Gitana Carmela

dejando gemir la pluma que no le pone otra letra.

 

Autor:

Críspulo Cortés Cortés

El Hombre de la Rosa

22 de enero del 2016