Evandro Valladares

Bardo Eterno

 Bardo eterno

A Manuel Acuña

Por las antiguas calles de Saltillo

transita, de las letras, un gran hombre,

dará a la poesía mucho brillo                                 

y hará eterno, inolvidable, su nombre.

 

Es el juvenil  bardo  Acuña Narro

de las letras orfebre consagrado.

De actitudes y desplante bizarro,

del  Parnaso y  por las musas amado.

 

En sus estrofas va gritando  angustia,

en su alma  hay un dolor desgarrador.

Su vida es flor sin agua, triste, mustia

buscando lo inefable del amor.

 

Pesadumbres tristezas y congojas

hablan de un corazón adolorido.

Van pasando de los libros las hojas

bañadas por su llanto conmovido.

 

Su humana raíz, pronto se marchita

muy temprano llega su hora fatal.

Su mente de pena y  dolor ahíta

dona a sus poemas vida inmortal.

 

En  corto tiempo obtiene lo divino

en rechazo lesivo de lo humano

y le da a la poesía un destino

haciendo del sacrificio su hermano.

 

Sus versos que volaron al Nirvana,

como flechas lanzadas por Cupido,

¡nacidos en la tierra mexicana!

no tendrán nunca  féretro ni olvido.

 

Ya reside en el mundo de la nada

penetró  suavemente adormecido.

Le cubre una tilma coloreada

y queda atrás ya todo lo sufrido

 

Una fosa terrena le recibe

quedando ahí su cuerpo aprisionado,

pero el alma, que por la muerte vive,

volando libre al Parnaso ha llegado.

Una estatua de mármol impoluto

en honor a su memoria es erguida.

Para siempre en las letras habrá luto

por su lira escapada a la otra vida.