kavanarudén

Amor incondicional

La hoja en blanco esperaba paciente a su amado escritor.

Su silencio elocuente acompañaba el movimiento de la mano querida, arropando, protegiendo aquella caligrafía que se quedaba impresa en su puro ser.

Alguna lágrima había bautizado su textura, era para ella una perla preciosa. Su marca conservaría hasta el final de los tiempos.

Era una caricia el toque de la pluma deslizándose suave, mientras expresaba fiel el pensamiento del escribano.

El aroma de la tinta le hacía sentir relajada y útil. Mezcla perfecta de musgo salvaje, leña seca, tierra mojada y suave brisa del desierto.

Era su mayor deleite mirar los ojos oscuros de su dueño, seguir sus movimientos constantes mientras escribía. Suave, sutil beso de amor.

Le eran queridas y familiares las muecas inconscientes que se reflejaban en aquel rostro adorado; la leve curva de sus cejas, señal de una idea fantástica, sin contar la sonrisa amplia que tanto amaba.

Su suave textura le ofrecía a cada instante plena disponibilidad, sin quejas, sin reproches, sin censuras, sin horarios. Siempre obediente y generosa.

El finalizar el escritor leía en alta voz su creación. No habían palabras para describir ese momento. Era un momento íntimo, sentido y profundo. Satisfacción total del deber cumplido. Lo amaba y ese amor crecía con el tiempo. Ella no podía vivir sin él, él sin ella, amor eterno y único.