Max Hernandez

Pasión

En la penumbra de la noche, con la sola compañía de un reflejo tenue de un candil que titila agonizante, sintiendo el corazón a punto de desbocarse y la sangre hirviendo en nuestras venas, tomados de las manos y frente a frente, estamos al fin tu y yo solos.


La oscuridad nos cobija cual eterna y fiel compañera cómplice, el silencio de la noche exacerba nuestros sentidos. Escucho tus pensamientos y tú los míos. Mis manos temblorosas sienten el calor y la tersura de las tuyas. Cerrando los ojos, aspiro profundamente, para embriagarme con tu sensual fragancia. Los abro, y te miro: estás radiante.


Tu mirada traviesa y coqueta, ahora parece decirme con vehemencia: tómame, soy tuya!. Con suavidad y delicadeza acerco tus manos a mi rostro, y, sin quitar mis ojos de los tuyos, poso mis labios en las yemas de tus hermosos dedos. Siento que te estremeces. Cierras los ojos y, con un profundo suspiro, me ofreces tus carnosos y apasionados labios.


Dejando que tus manos jueguen con mi rostro, con una suave caricia, deslizo mi mano desde tu frente, por tus cerrados ojos, hasta tus temblorosos labios.  Emites un pequeño quejido de placer. Antes que puedas hacer algo, ya mis manos acarician tu hermoso cuello, y estoy mordiendo suavemente tus dedos.


Sonríes.

Luego de un breve quejido, me dices que no será un bocadillo agradable el que me he servido. Eres un manjar de dioses te respondo. Y sin mediar mas palabras, en pequeñas mordidas, llego hasta tus hombros. Ríes al sentir mis labios en tu cuello, y cogiendo en tus manos mis cabellos, te apartas un poco de mí, para luego, sin previo aviso y con el ímpetu de un huracán desbocado, unir tu boca a la mía en un apasionado beso.


Me rindo.


Teniendo a la oscura y silenciosa noche como cómplice compañera, guiados por nuestros sentidos desbordados, a una noche de locura y pasión nos hemos entregado.