Tu alma me busca,
con viejos labios sostiene mi nombre.
La greda ardiente de tus manos me cubre…
y desbordo de ti
por todas las costuras de la piel.
Lentamente despierta un rebullir
de vida en las arterias,
retornan en bandada los pájaros de fuego.
Y tiemblan de olvidos las distancias
porque somos dulce mío;
espuma del mismo mar
ritual de ola que azota el requerío,
la nostalgia cabalgando horas lejanas.
Removidos de espasmos vamos,
los huéspedes del grito
se alojan en mi oído,
alcanzados por el viejo trueno
que dio tono al quejido de tu boca….
Amplios de luz
como el abrazo, como este calor que lame
muslos y espalda en una caricia subversiva.
Bajo la piel
nace la alquimia entre la vesta de la noche
y la furia de las carnes…
Más allá del tiempo,
sobre mi vientre milenario,
soplas el hijo que profético me habita
desde tiempos sin memoria,
perpetuando el instante alucinado.
Entonces;
desde mi entraña alza el vuelo la cándida locura,
esquejes de un amor desesperado
y como una cascada de sangre compartida,
crece la eternidad en nuestras manos.
Alejandrina: Enero 2016