Virginia de Albán

REYES DEL SILENCIO...

Bocanada de niebla

que inagotablemente se anuda

entre mis manos

como si mi poema

estuviera en el límite exacto de la luz.

 

¡Adónde te has ido lámpara de mi asedio!

Doblegando la sombra

en tu similitud de estrellas,

cautivas todas por el aire.

 

¿Cuánto ha tardado el crepúsculo

en entregarme esta noche irrefrenable?

Para tomarla por sorpresa

toda desnuda para mí.

 

Candil que irrumpe

en la herida imaginaria de la noche,

en donde aún maúllan

los gatos de la luna entre mis sábanas.

Eres un animal inesperado

que se adosa a mi piel como el silencio.

 

Eres esta quemante transparencia,

 manchita alborozada de lunas

esperándome bajo mi almohada:

ese aullido inconcluso

detrás de la noche

que desgastamos a besos.

Y luego yacemos

como reyes del silencio,

sobre el revés de la sombra.

 

Préstame, amor,

toda tu fosforescencia húmeda

de Dios confundido por el placer.

 

¿Cuántas noches escondes sólo para mí?

Vendaval plagado de estrellas,

 destello que se escapa y regresa y se escapa

rodeando el campanario

solitario en la brisa del ayer.