Gustavo Echegaray

LA MINA

Pétreo, interminable laberinto,
quehaceres que se alargan sin alivio,
grises sombras corroídas,
sueños hundidos en metal.

Oscuras grutas. Almas dormidas,
preñadas de mordaza y aflicción.
Cuerpos fríos, luces crepusculares,
atrapados entre el suelo y la miseria.

Angurria de balanzas mórbidas,
explosiones que carcomen las entrañas,
agonías estridentes y nostalgias
arrancadas a mazazos sin piedad.

Soledades. Avidez impenetrable,
desperdigada cual semilla maldita.
Barrenas silicosas de la muerte,
afiladas en el vientre de la mina.